Si un artista busca el favor de la multitud, ésta acabará por contagiarlo con su fetichismo y estudiados engaños, y si se une a un movimiento popular lo hace por su propio riesgo (...)
Ningún hombre es un verdadero artista hasta que se libra de la mediocridad del ambiente, del entusiasmo barato, de las insinuaciones maliciosas y de todas las influencias lisonjeras de la vanidad y baja ambición.
Ningún hombre es un verdadero artista hasta que se libra de la mediocridad del ambiente, del entusiasmo barato, de las insinuaciones maliciosas y de todas las influencias lisonjeras de la vanidad y baja ambición.
The Day of the Rabblement (El Día del Populacho, 1901)
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