¿Compasión? ¿Lástima? ¡Mierda de caballo! ¡Cagada d serpiente!
Nadie siente esas emociones porque son inexistentes. Puede creer que las siente, como me había ocurrido a mí con los Hadley por un instante. Pero ni siquiera son sombras de sustancia, apenas sombras de una sombra. Falsedad, sucedáneos, y, creedme, nunca son duraderas. Siempre hay alguien como Velie para devolverte el sentido común de un puñetazo.
Es un hecho científico, repetidamente demostrado, que todos nacemos con un grifo en el estómago. Cuando creemos que amamos, estamos padeciendo un ataque de ansias de follar, que es el término médico para definir que te apetece pillar y no sabes cómo hacerlo, y hace que el grifo gotee ácido en el duodeno. La más rápida y segura panacea para este malestar es un retrete privado, la página central del Playboy y darle una paliza, en sentido figurado, al pene.
(...) No odio a nadie lo suficiente. No amo a nadie lo suficiente. Lo que resulta ser la misma puñetera cosa.
Child of Rage (Hijo de la ira, 1972)
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