Pues bien, era muy estúpida. Y lo sigue siendo hoy día. Ella le llevó a la tumba. Se ha vuelto vieja y bastante fea, pero sigue siendo estúpida. Sin embargo, por muy injusta y malvada que sea la naturaleza al hacer que los hombres se vuelvan ciegos cuando aman, compensa esa injusticia haciendo que el brillo de las mujeres que en otro tiempo deslumbraron a los hombres se apague bastante pronto y obligando a las viejas damas a que con los años recurran a la dudosa ayuda de peluqueros, masajistas y cirujanos para que sus pechos caídos, sus vientres, sus mejillas y sus muslos recuperen una forma medianamente aceptable. Y así las mujeres que en otro tiempo fueron hermosas se precipitan en sus tumbas como si fueran una especie de figuras de yeso retocadas.(...) Muchas mujeres pasaron junto a mí. Algunas me sonrieron.Sonreíd, pensé. Sonreíd. ¡Girad, meceos, copraos sombreritos, medias, baratijas! La vejez se os aproxima a toda velocidad. Un añito más o dos, y ningún cirujano del mundo podrá ayudaros, ningún fabricante de pelucas. Deformes, resentidas, amargadas, no tardaréis en iros a la tumba. Y más bajo aún, al infierno. Soreíd. ¡Sonreíd!El triunfo de la belleza (1934)
2 comentarios:
Si la pacífica Morgantini se entera...
Cuatro cosas Señor Edward: es Morgantani, varón, adscrito al ministerio de la guerra y gracias por tenerme en sus comentarios. Un saludo.
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