Bajo su aspecto más elemental, el amor se relaciona directamente con la ingestión de alimentos. En cierto modo, se trata de una especie de hambre común a todo ser viviente, dirigida hacia un semejante que no es del todo idéntico y que le ofrece la misteriosa sugestión de lo desconocido
Se da el caso, en muchas arañas, que el macho -más pequeño que su compañera- es devorado por ella, antes o después del acto inseminador (...) El acoplamiento de los escorpiones va siempre precedido por un largo y lento paseo, durante el cual los novios se estrechan castamente entre sus pinzas (...) En algunas chinches parásitas, el macho introduce su simiente en el cuerpo de la hembra por medio de una fractura. En efecto, el licor seminal es inyectado entre la piel de la espalda y la región del corazón; debido a tal "inseminación traumática", la hembra conservará una o varias imborrables cicatrices (...)
Los amores de las serpientes se inician, por lo común, con un prolongado abrazo, acompañado de determinadas caricias. Los dos animales se enrollan, se anudan uno con otro y ejecutan una especie de danza con la parte anterior del cuerpo (...) El apareamiento de los lagartos es brutal y expeditivo. El macho, para sostener a la hembra, la muerde cruelmente en la base de la cola o en los flancos. Las consecuencias del amor comportan a menudo para ella graves contusiones internas (...) En la tortuga acuática el macho cabalga a la hembra y se agita vivamente a derecha e izquierda, haciendo rechinar uno contra otro los dos caparazones. Cuando la hembra hace ademán de sacar la cabeza, él la obliga a retirarla de nuevo mordéndosela. De este modo, puede parecer alguna vez que está ahogándose...
Hay que reconocer, por otra parte, que el sexo femenino representa el sexo fundamental, el sexo básico. Ocurre a veces, sin duda, que la hembra es de menor tamaño que el macho, pero siempre que encontramos grandes diferencias de magnitud, son a favor del sexo femenino. En muchas especies, el macho es un ser minúsculo, rudimentario, degenerado, cuya vida apenas se atiene a otras actividades que no sean las del acto fecundador (...)
La educación, el lenguaje, la tradición, el nivel de civilización, todos los medios psíquicos, en suma, condicionan los hábitos amorosos del hombre, y siempre ignoraremos cómo se comportarían, frente a frente, en su pureza bestial, el hombre y la mujer naturales, recién salidos de la animalidad.
Poco a poco, el hombre natural, el hombre verdadero, va a ir cediendo su puesto a un hombre artificial, a un hombre científico, al homo biologicus, especie de quimera sexual, en que irán acumulándose los rasgos ya conocidos del animal con otros imprevisibles de su invención.
¿No va a afectar gravemente semejante subversión a toda la atmósfera moral, a todo el clima afectivo de nuestra sociedad?
Quizá sea preciso que nos atemoricemos ante el hecho de maltratar demasiado, por medio de la ciencia, nuestro viejo fondo instintivo y de introducir las fantasías de nuestra voluntad en el acto hacedor de la vida.
Igual que con el átomo, tampoco se bromea con el amor.
Se da el caso, en muchas arañas, que el macho -más pequeño que su compañera- es devorado por ella, antes o después del acto inseminador (...) El acoplamiento de los escorpiones va siempre precedido por un largo y lento paseo, durante el cual los novios se estrechan castamente entre sus pinzas (...) En algunas chinches parásitas, el macho introduce su simiente en el cuerpo de la hembra por medio de una fractura. En efecto, el licor seminal es inyectado entre la piel de la espalda y la región del corazón; debido a tal "inseminación traumática", la hembra conservará una o varias imborrables cicatrices (...)
Los amores de las serpientes se inician, por lo común, con un prolongado abrazo, acompañado de determinadas caricias. Los dos animales se enrollan, se anudan uno con otro y ejecutan una especie de danza con la parte anterior del cuerpo (...) El apareamiento de los lagartos es brutal y expeditivo. El macho, para sostener a la hembra, la muerde cruelmente en la base de la cola o en los flancos. Las consecuencias del amor comportan a menudo para ella graves contusiones internas (...) En la tortuga acuática el macho cabalga a la hembra y se agita vivamente a derecha e izquierda, haciendo rechinar uno contra otro los dos caparazones. Cuando la hembra hace ademán de sacar la cabeza, él la obliga a retirarla de nuevo mordéndosela. De este modo, puede parecer alguna vez que está ahogándose...
Hay que reconocer, por otra parte, que el sexo femenino representa el sexo fundamental, el sexo básico. Ocurre a veces, sin duda, que la hembra es de menor tamaño que el macho, pero siempre que encontramos grandes diferencias de magnitud, son a favor del sexo femenino. En muchas especies, el macho es un ser minúsculo, rudimentario, degenerado, cuya vida apenas se atiene a otras actividades que no sean las del acto fecundador (...)
La educación, el lenguaje, la tradición, el nivel de civilización, todos los medios psíquicos, en suma, condicionan los hábitos amorosos del hombre, y siempre ignoraremos cómo se comportarían, frente a frente, en su pureza bestial, el hombre y la mujer naturales, recién salidos de la animalidad.
Poco a poco, el hombre natural, el hombre verdadero, va a ir cediendo su puesto a un hombre artificial, a un hombre científico, al homo biologicus, especie de quimera sexual, en que irán acumulándose los rasgos ya conocidos del animal con otros imprevisibles de su invención.
¿No va a afectar gravemente semejante subversión a toda la atmósfera moral, a todo el clima afectivo de nuestra sociedad?
Quizá sea preciso que nos atemoricemos ante el hecho de maltratar demasiado, por medio de la ciencia, nuestro viejo fondo instintivo y de introducir las fantasías de nuestra voluntad en el acto hacedor de la vida.
Igual que con el átomo, tampoco se bromea con el amor.
Bestiaire d'amour (Gallimard, 1958)
Bestiario de amor (Júcar, 1974)
Jean Rostand
traducción:
M Josefa Ramis Cabot
J M Caballero Bonald
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