(...) ¿Es cierto, madre, que allá la arena de las playas te hace quemaduras en los pies?
La madre
Ya sabes que no he estado nunca allí. Pero me han dicho que el sol lo devora todo.
Marta
He leído en un libro que se come hasta las almas y que los cuerpos quedan resplandecientes, pero vacíos por dentro.
La madre
¿Es eso lo que tanto te ilusiona, Marta?
Marta
Sí, estoy harta de cargar con mi alma; tengo ganas de encontrar ese país donde el sol mata las preguntas. Mi morada no es ésta.
La madre
Desgraciadamente, antes tenemos mucho que hacer. Si todo va bien, iré contigo, claro. Pero yo no tendré la sensación de dirigirme a mi morada. Al llegar a cierta edad, no existe morada donde sea posible descansar, y ya es mucho haber podido levantar esta mísera casa de ladrillo, repleta de recuerdos, donde a veces logras dormirte. Pero, por supuesto, tampoco estaría mal poder alcanzar a la vez el sueño y el olvido. (Se levanta y se encamina hacia la puerta.) Prepáralo todo, Marta. (Pausa) Si es que de verdad merece la pena.
El malentendido (1944)
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