(...) El que lleva las armas siempre tiene derecho a dar órdenes y el que no las lleva, siempre tiene el maldito deber de obedecer. Y ésa ha sido la ley desde aquel día memorable en que el arcángel Gabriel echó con su espada flameante en la mano a dos personas desnudas de la hortaliza del Señor. Si ellos hubieran tenido una ametralladora, todo habría resultado en forma completamente diferente y dando órdenes o recibiéndolas, hubiesen seguido un camino distinto. Fue por esa diferencia, que cualquiera comprenderá por qué acompañé a través de la noche a aquellos tres hombres, sin preguntar una palabra respecto a dónde íbamos y por qué razón.
Visita a medianoche
Stories by the man nobody knows (Ed Diana, México, 1963)
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