Ellos



¿Qué es la felicidad?

La ausencia de miedo

















jueves, 18 de febrero de 2010

La biblia de J K Toole

Por la noche salían de sus madrigueras los pequeños animales que viven en las colinas. De vez en cuando cruzaban el sendero a toda prisa, y en ocasiones casi tropezaba con uno de ellos. Resultaba extraño que temieran tanto a la gente, cuando sus verdaderos enemigos eran otros animales de su clase. No me enfurecía con ellos porque sabía qué se siente cuando alguien hace que se te encoja el ombligo, pero me daban un poco de lástima, porque yo ya no tenía que preocuparme por mi enemigo.
La biblia de neón (escrita en 1957 aprox.
Publicada en 1989; ed. Anagrama)
J K Toole (1937-1969)

sábado, 13 de febrero de 2010

Despierto

Yo debería estar de fiesta pero no. Pero no, coño, no. Escribo sin pensar porque pensar me convierte en alguien como tú, idiota, y no, no soy como tú. Soy más de todo. Más y más y… mierda, bebo. Blanco 3.92 el litro. De puta madre. Qué. Qué. Desarreglar mis sentidos y sentirme como aquél, como el niñato arrogante que cambió el rumbo de las cosas. ¿Rumbo? Joder, Rimbaud.
Que no. No me espera en la cama porque tiene sueño y no le gusta que le muerda el pie porque sólo quiere peli y chocolate y dormir… Vale amiga, pero no me va el rollo, yo quiero beber y follar y violencia. El débil se la chupa al fuerte, a mí, sí idiota, a mí, léelo, violadores del verso y la poesía que tu escribes no me hace sentir nada de nada, qué le voy a hacer, seré yo seré yo… idiota.
Teclas suben y bajan dedos rápidos. No corregir no parar. Sí. Se acabó, editor. Tengo los huevos hinchados y la sangre caliente. Tengo gritos que no quieres oír pero que voy a soltar como mi madre suelta los billetes en el bingo. Cartones cartones. Mierda. Soy un hijo de puta, sí, idiota, pero la diferencia es que yo lo sé y tú, ¿tú? Chupa, mediocre, dentro no tienes nada de nada de nada, paja blanca en cuerpo gris. Asco. Trabaja mierda. Sáca la polla y paga. Pasa la tarjeta pero no olvides lavarte los dientes antes de llegar a casa. El beso. Tu hijo lo espera. Papá pan.
¿Pensar? Eso lo dejo para ti. Para el banco. Para el editor que me chulea que me roba. Pero ¿sabes? No puedes robarme porque, robar es quitar algo y yo no tengo nada, la rabia no pesa, la rabia está en mis puños en mi pecho en mis hombros en mi pasado, mi futuro. ¿Quieres editor mi presente? Tómalo y que te den por el culo. Mi presente no vale nada. Mi presente es tuyo, ladrón, je, mi presente ya pasó y no llegó. Mi presente no existe, por eso es tuyo. Por eso es tuyo, cabrón.
Este pelo pesa y este cuerpo pesa. Vino. Más vino blanco. ¿Pensar? Piensa tú y déjame a mí que sobreviva. Gana tú el dinero. Gana tú el presente. Yo estoy en otra cosa. En otra cosa pedazo de mierda ¿me oyes? Yo escribo. Yo puedo. La magia me muestra sus secretos, se desnuda. ¿Sabes qué significa eso, idiota? No te necesito. El hambre da dolor de cabeza, el orgullo también. Gana tú el presente, gana tú el dinero. El hambre me alimenta. Debería estar de fiesta peo no. Un litro 3.92€. Blanco mágico. Aquí te espero, cabrón, con una sonrisa y los dedos rápidos. Aquí te espero, cabrón, no hace falta que toques, estoy despierto.

miércoles, 3 de febrero de 2010

La noche de Céline I

(...)
Acababan de terminar su almuerzo. Los restos eran copiosos. No rechazamos el trozo de tarta, ¡ni hablar! Ni el oporto para acompañarlo. Desde hacía mucho tiempo, no había oído yo voces tan distinguidas. Tienen una forma de hablar, las personas distinguidas, que te intimida y a mí me asusta, sencillamente, sobre todo sus mujeres, y, sin embargo, son simples frases mal paridas y presuntuosas, pero, eso sí, bruñidas como muebles antiguos. Dan miedo, sus frases, aun anodinas. Temes patinar encima de ellas, al responderles simplemente. Y hasta cuando cobran tono barriobajero para cantar canciones de pobres por diversión, lo conservan, ese acento distinguido, que te inspira recelo y asco, un acento en el que parece vibrar un latiguillo, siempre, el que se necesita, siempre, para hablar a los criados. Es excitante, pero al mismo tiempo te incita a cepillarte a sus mujeres, sólo para verla derretirse, su dignidad, como ellos la llaman...
Viaje al fin de la noche (1932, Ed. edhasa)