El Extranjero
Artículo de opinión
¿Qué es la felicidad?
La ausencia de miedo
(...) Seguía a Marcel, eso era todo, contenta de saber que alguien la necesitaba. La única alegría que él le daba era la de saberse necesaria. Sin duda alguna él no la quería. Ni siquiera el amor rencoroso tiene ese rostro ceñudo. ¿Pero cuál es su rostro? Se amaban en la noche, sin verse, a tientas. ¿Existe otro amor que no sea el de las tinieblas, existe un amor que grite a plena luz del día? No lo sabía, pero sabía que Marcel la necesitaba y que ella necesitaba aquella necesidad, que de ello vivía noche y día, sobre todo por la noche, cada noche, cuando él no quería estar solo, ni envejecer, ni morir, con aquel aire obtuso que adoptaba y que ella reconocía a veces en los rostros de otros hombres, el único rasgo común a todos aquellos locos que se camuflan bajo talantes razonables, hasta que les atrapa el delirio y les arroja desesperadamente hacia un cuerpo de mujer paa enterrar en él, sin deseo, todo lo que tienen de espantoso la soledad y la noche.
(...) La vida es una trampa enojosa. Cuando un hombre reflexivo alcanza la madurez y es capaz de formarse sus propias ideas, se siente atrapado inevitablemente en una trampa sin salida. En realidad, ha sido llamado de la nada a la vida contra su voluntad y por una serie de azares... ¿Para qué? Quiere conocer el sentido y el fin de su existencia, pero no le dicen nada o le sueltan algún disparate; llama a la puerta y no le abren, y, cuando llega la muerte, también es contra su voluntad.