Ellos



¿Qué es la felicidad?

La ausencia de miedo

















lunes, 11 de octubre de 2010

Hijo de la ira

(...) Por supuesto que juzgo a las personas. Y siendo imparcial, considero que son culpables, y mi sentencia es colgarles por los huevos hasta que se les pongan rojos (o de algún otro color alegre). Todos son culpables, todos somos culpables. Venimos al mundo llenos de mierda pecadora, y tenemos que sacárnosla de dentro antes de que podamos subir a la gloria. (Lo pone así en el Libro Santo. El señó e un viejo cansao, con toas las penas sobre su epalda, y seguro que no pue etá subiendo a la mierda y a lo pecadore toos al cielo.)
¿Compasión? ¿Lástima? ¡Mierda de caballo! ¡Cagada d serpiente!
Nadie siente esas emociones porque son inexistentes. Puede creer que las siente, como me había ocurrido a mí con los Hadley por un instante. Pero ni siquiera son sombras de sustancia, apenas sombras de una sombra. Falsedad, sucedáneos, y, creedme, nunca son duraderas. Siempre hay alguien como Velie para devolverte el sentido común de un puñetazo.
Es un hecho científico, repetidamente demostrado, que todos nacemos con un grifo en el estómago. Cuando creemos que amamos, estamos padeciendo un ataque de ansias de follar, que es el término médico para definir que te apetece pillar y no sabes cómo hacerlo, y hace que el grifo gotee ácido en el duodeno. La más rápida y segura panacea para este malestar es un retrete privado, la página central del Playboy y darle una paliza, en sentido figurado, al pene.
(...) No odio a nadie lo suficiente. No amo a nadie lo suficiente. Lo que resulta ser la misma puñetera cosa.
Child of Rage (Hijo de la ira, 1972)

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