Ellos



¿Qué es la felicidad?

La ausencia de miedo

















lunes, 25 de febrero de 2008

Diletante

Toma té y lee. En el libro una cita que lo pone en alerta, saca su bolígrafo barato y subraya: "Victor Hugo decía algo así como que la revolución es pasar de la representación a la verdad, digamos que es tirar el caparazón con el que te adornas y mostrarte con orgullo; convertir en explícita tu fragilidad, sacar a la luz el rencor de quien se ha quedado atrás o abajo, hacer aparecer la violencia latente". Otro sorbito de té y la violencia latente dando vueltas alrededor del calor que le baja por la garganta.
Basil mira a su alrededor intentado destripar en poco tiempo todas las realidades que se juntan en el bar: sola, cuarenta años, zumo de fresa y naranja, pelo sucio y mal cuidado, divorciada con miedo al desconocido, no mira de frente, perrita a la que han maltratado. Rubio alto guapo y seguro de sí mismo, traje gris corbata vino. La camisa por dentro del pantalón, cinturón en su sitio y toquecito al móvil que no vibra, rápido, mecánico, así es él, un triunfador mecanizado, una pieza más de la cinta transportadora pero: “una pieza importante”, se dice por las mañanas cuando se mira al espejo.
Violencia latente, una revolución es un retorno de lo postizo a lo real. Basil tiene todo en orden sobre la mesa: la taza de té a la izquierda arriba, bocadillo a la derecha, libro, gafas y gorra izquierda abajo, bolígrafo barato de publicidad y servilleta arrugada y medio sucia derecha abajo. Todo según su orden. El camarero llega y con rapidez de camarero que acaba su turno, le quita la taza de té casi terminada y la servilleta que debía permanecer con él hasta el final de la visita al bar: violencia latente, Victor Hugo, y la perrita que no deja de mirar al triunfador: Je!, buena pareja para escribir algo, piensa Basil mientras se lamenta de que el camarero rápido y puntual le haya jodido el ratito. Basil se levanta y pide la cuenta, no le gusta que se la lleven a la mesa, paga y hoy no deja propina, el camarero ya se fue, se llevó la culpa y también su gratitud.

Antes de salir mira desde la puerta el cielo, hay nubes de lluvia y debe elegir entre gafas de sol o gorra. Aprieta fuerte el libro con la mano izquierda y la gorra con la derecha, algunas gotas mojan los cristales oscuros. Desde que descubrió lo bien que le sienta el té a su gaseoso estómago, se ha hecho un bebedor empedernido, un ilustre diletante.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

hola, me gusto este posteo
un saludo

Anónimo dijo...

es una pena que el camarero le haya jodido el momento de inspiración al ilustre diletante,hubiera salido una historia realmente interesante entre la perrita maltratada y el triunfador, anímese hombre, humano, diletante, recuerde el momento y escriba