Ellos



¿Qué es la felicidad?

La ausencia de miedo

















sábado, 10 de octubre de 2009

En la colonia de Kafka

(...)
-Este aparato -dijo, tomándose de una manivela y apoyándose sobre ella- es un invento de nuestro antiguo comandante. Yo asistí a los primerísimos experimentos, y tomé parte en todos los trabajos, hasta su terminación. Pero el mérito del descubrimiento sólo le corresponde a él. ¿No ha oído hablar usted de nuestro antiguo comandante? ¿No? Bueno, no exagero si le digo que casi toda la organización de la colonia penitenciaria es obra suya. Nosotros, sus amigos, sabíamos aun antes de su muerte que la organización de la colonia era un todo tan perfecto, que su sucesor, aunque tuviera mil nuevos proyectos en la cabeza, por lo menos durante muchos años no podría cambiar nada. Y nuestra profecía se cumplió; el nuevo comandante se vio obligado a admitirlo. Lástima que usted no haya conocido nuestro antiguo comandante. Pero -el oficial se interrumpió- estoy divagando, y aquí está el aparato. Como usted ve, consta de tres partes. Con el correr del tiempo, se generalizó la costumbre de designar a cada una de estas partes mediante una especie de sobrenombre popular. La inferior se llama la Cama, la de arriba el Diseñador, y esta del medio, la Rastra.
-¿La Rastra? -preguntó el explorador.


(...)
-Sí, la Rastra -dijo el oficial-, un nombre bien adecuado. Las agujas están colocadas en ellas como los dientes de una rastra, y el conjunto funciona además como una rastra, aunque sólo en un lugar determinado, y con mucho más arte. De todos modos, ya lo comprenderá mejor cuando se lo explique. Aquí, sobre la Cama, se coloca al condenado. Primero le describiré el aparato, y después lo pondré en movimiento. Así podrá entenderlo mejor. Además, uno de los engranajes del Diseñador está muy gastado; chirría mucho cuando funciona, y apenas se entiende lo que uno habla; por desgracia, aquí es muy difícil conseguir piezas de repuesto. Bueno, ésta es la Cama, como decíamos. Está totalmente cubierta con una capa de algodón en rama; pronto sabrá usted por qué. Sobre este algodón se coloca al condenado, boca abajo, naturalmente desnudo; aquí hay correas para sujetarle las manos, aquí para los pies, y aquí para el cuello. Aquí, en la cabecera de la Cama (donde el individuo, como ya le dije, es colocado primeramente boca abajo), esta pequeña mordaza de fieltro, que puede ser fácilmente regulada de modo que entre directamente en la boca del hombre, tiene la finalidad de impedir que grite o se muerda la lengua. Naturalmente, el hombre no puede alejar la boca del fieltro, porque la correa del cuello le quebraría las vértebras.
En la colonia penitenciaria (In der Strafkolonie)
No se conserva la versión manuscrita. Kafka redactó este relato en octubre de 1914, poco después del inicio de la I Guerra Mundial. Kafka lo leyó en público el 10 de noviembre en 1916 en Múnich, fue la única lectura pública en su vida literaria. No se sabe muy bien por qué eligió este relato tan problemático; según algunos informes, la lectura causó un profundo desagrado entre muchos oyentes, algunas personas se desmayaron, otros abandonaron la sala antes de que finalizara la lectura. Fue publicado en la editorial Kurt Woll, Leipzig, 1919. (Cuentos completos, Franz Kafka. El Club Diógenes, valdemar).

7 comentarios:

El que sabe, sabe; y el que no, tiene un blog dijo...

Jramallo, mi venganza es personal. Y personal es privativo, es decir, no admite multitud. Podría haber interpretado que mi opinión (en otro blog) disfruta de un fundamento (de hecho lo dejé claro desplegando mi:” Nada personal, la ley de la causa-consecuencia”). Pero no, ha juzgado sin conocimiento y gratuitamente, a través de su: “¿Y por qué das explicaciones, Neuro? Que cada cual entienda lo que le salga de los cojones y opine las gilipolladas que quiera…”
Tiene dos caminos: asumir el error y retractarse, o conferirme su irrupción.
Mi cortesía informa, de todos modos, que el itinerario de mi efímera existencia disfruta de una sola pasión: devorar al oponente urdiendo su delicioso sufrimiento.
Le dejo la reflexión que usted ha perturbado; ahora también le pertenece.
“Nadie te obligó a entrar en el laberinto, y dentro estás sin haber pedido permiso.”

FranCo dijo...

Cuanto colgado suelto. Si nos despistamos alguien nos puede apuñalar. Y por la espalda... lo digo con conocimiento.

El que sabe, sabe; y el que no, tiene un blog dijo...

Si te escudas, FranCo, por supuesto. El epíteto elegido demuestra tu desconocimiento de la acepción valentía.

Anónimo dijo...

JRamallo ¿Has puesto un filtro a mis correos a gmail para que me reboten? No puedo creerlo.

Pepe/ JRamallo dijo...

Yo no pongo filtros a nada ni a nadie.

Anónimo dijo...

Ayer fui a recoger a la calle Príncipe los dos volúmenes de archipiélago gulag. La próxima semana iré a la librería tres rosas amarillas.
Un beso.

El que sabe, sabe; y el que no, tiene un blog dijo...

Yo los compré en Emaus, a un euro y medio cada uno; mucho más barato que la tosca para encender la chimenea de este friolero zek.