
morgantani
La primera vez fue increíble, una bicicleta y mi inocencia empujada en una calle sin salida. Sobre nuestras cabezas el dios Sol caía con fuerza y verticalidad, obligando a las sombras a esconderse dentro de las casas y de las almas de un barrio de la capital.
Esa mañana la crónica era: día sin colegio, pelea con goleada de gritos de mi padre a mi madre, ausencia de árbitros, lágrimas y tres o cuatro hijos como espectadores.
Mis fugaces amigas ese día fueron dos hermanas, no recuerdo sus nombres ni sus caras, no recuerdo el motivo por el cual estaba allí. Ellas sacaron una bici de paseo y me arrullaron con ella de lado a lado del callejón, cada vez iba cogiendo más confianza, velocidad y equilibrio, en unas horas realizaba mi primer pedaleo en solitario con una sonrisa de felicidad y nerviosismo.
Mi padre me cogió por el brazo y nos fuimos en un Renault cuatro lata blanco, recuerdo llegar a una calle sin salida, recuerdo apostadas en el dintel de una casa una mujer con dos niñas que nos sonreían mientras aparcábamos, recuerdo por primera vez montar en bici con una felicidad casi palpable, recuerdo no ver salir a mi padre durante todo el día de aquella casa, y recuerdo ver a mi infancia sucumbir en aquel callejón sin salida.