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La ausencia de miedo

















miércoles, 15 de febrero de 2012

Santiago Gil

SANTIAGO GIL / ESCRITOR Y PERIODISTA

Queridos Reyes Magos, la última novela de Santiago Gil (Guía de Gran Canaria, 1967) es un oscuro relato de Navidad que pondría los pelos de punta al mismísimo Charles Dickens, de quien se cumple este mes el bicentenario de su natalicio. Gil, también periodista, es autor de otros libros, entre los que destaca el desarmante Las derrotas cotidianas, así como Los Años Baldíos, Por si amanece y no me encuentras, Cómo ganarse la vida con la literatura y Un Hombre solo y sin sombra. Por el volumen El color del tiempo obtuvo el XVIII Premio Esperanza Spínola y es autor además de Música de papagüevos, entre otras experiencias literarias que lo acreditan como uno de los escritores más interesantes de ese fenómeno literario denominado Generación 21: Narrativa Canaria Actual.


EDUARDO GARCÍA ROJAS
-Tanto en Las derrotas cotidianas como en Querido Reyes Magos describe con bastante crudeza la destrucción familiar. ¿Tiene poca fe en esta institución?, ¿hasta que punto le atrae este asunto literariamente hablando?
-Tolstoi escribía que todas las familias felices se parecen, pero que las infelices lo son cada una a su manera. Ahora mismo hay muchísimas familias infelices en nuestro entorno, y cada una se contaría con sus propios miedos, sus propios desencantos y sus muchas frustraciones. Acercándote a ellas, tanto en la realidad como en la ficción, creo que se pueden encontrar muchos de los argumentos que nos cuentan y que nos ayudan a que entendamos un poco mejor la realidad que estamos viviendo. Yo ni creo ni dejo de creer en la familia, aunque sí considero que determina buena parte de nuestra personalidad y de nuestra manera de asomarnos luego al mundo.
-Otro de los temas que aborda en Queridos Reyes Magos es el fin de la inocencia. Me llama la atención sin embargo en esta novela el futuro -al parecer inevitable- que
le espera al hijo al perder el cariño, por otra parte parece que artificial, que recibe de sus
progenitores.
-El día que asumimos que los Reyes Magos no son quienes pensábamos que eran se quiebran muchas ilusiones y aprendemos a asumir que la realidad es un juego peligroso en el que no te regalan absolutamente nada.
-En ambas novelas mantiene una actitud distante con sus personajes. Casi parece que no los quiere ni los odia. El hecho de que conozcamos lo que se les pasa a algunos de ellos por sus cabezas los dota, sin embargo, de bastante consistencia precisamente porque acentúan sus debilidades. En estas dos novelas aprecio además, entre otras coincidencias, que sus sueños resultan a la postre sonoros fracasos. ¿Por qué?, ¿qué le atrae literariamente de nuestras pequeñas derrotas cotidianas?
-Trato de ponerme casi siempre en el pellejo del perdedor. No soy un tipo depresivo o triste, todo lo contrario, pero cuando escribo trato de enfrentarme cara a cara con la vida, y llegados a ese punto uno no entiende ni siquiera para qué está aquí, o por qué está condenado irremisiblemente al olvido. Mis personajes se nutren de esa esencia existencial, y es cierto que la mayoría de ellos, sobre todo en mis tres últimas novelas, terminan en los lindes del fracaso o de la decepción. Como ellos, creo que en estos días son muchos los que catan ese fracaso diario en las calles, en los bares y en las plazas de nuestros entornos más cercanos.
-En estas dos obras no hay héroes.¿Acaso solo cree Santiago Gil en antihéroes?
-También creo que en los héroes, pero de ellos ya se escribe bastante en los medios de comunicación. Las portadas se las llevan casi siempre los triunfadores. Para mí la literatura debe contar la Cara B de de la realidad que vivimos. La canción de moda estaba bien, pero a mí me solía gustar mucho más la otra canción de los singles, la que casi nadie escuchaba.
-¿Y cuáles son las derrotas cotidianas de Santiago Gil?
-Las que me rompen el corazón: un perro abandonado y desorientado en mitad de una autopista, un amigo con una enfermedad terminal, la especulación diaria a la que estamos sometidos, la mirada de los que ven que pasan los días y no encuentran un trabajo en ninguna parte, la soledad de los ancianos en residencias tercermundistas

-Tengo la sensación que la literatura que se escribe en Canarias no es muy dada, aunque usted rompa la regla, de abordar nuestra realidad, asuntos tan espinosos como el paro, el fracaso, la corrupción… Si piensa más o menos lo mismo ¿cree que los escritores canarios tienen miedo de enfrentarse a su realidad?
-Creo que hay otros escritores que también se están acercando a esa realidad, y que cada vez nos acercaremos más. Una isla te permite acercarte al mundo con una mirada más global. Lo ves todo en muy poco espacio: los contrastes, los estereotipos, las conductas y todas esas contradicciones que hacen que el ser humano sea una materia interminable de argumentos. Ya luego, si te asomas al corazón de esos personajes, y si miras la realidad sin prejuicios, vas a poder contar al ser humano de tu tiempo desde mucho más cerca. Creo que escribiendo en una isla universalizas todo lo que cuentas. Por eso no creo que sea un tópico lo del cosmopolitismo de los canarios.
-Las derrotas cotidianas y Queridos Reyes Magos, más que relatos pesimistas,me parecen relatos resignados. Enlazando con la pregunta anterior, ¿somos los que habitamos estas islas espíritus resignados?
-Lo hemos sido, y de alguna manera lo seguimos siendo. Siempre hemos tenido la tentación de escapar por el mar en lugar de enfrentarnos a los problemas. Nos hemos mudado de una isla a otra, o de cada una de las islas a otros continentes. Ahora creo que nos estamos quedando, y eso hará que la resignación sea cada vez menor. Pero en estos momentos sí escierto que estamos siendo indolentes. La realidad social que vivimos nos debería sacar a todos a la calle, o por lo menos no permitir que los de siempre siguieran arrastrándonos al caos y al desastre.
-¿Cómo nacieron estas dos novelas? ¿De dónde salen estas historias?
-Nacen de la vida misma que me encuentro por la calle, de lo que oigo, de lo que veo y de lo que imagino. En Las derrotas, el edificio en el que sitúa la historia está en el barrio de Vegueta, pero lo coloco en la calle Portugal, mirando a la playa de Las Canteras. Quería que el mar formara parte de la historia y que los personajes acabaran, como acabamos tantas veces los isleños, repensando su realidad delante de la orilla. Te hablaba antes de que una de las primeras decepciones de la vida era la de los reyes magos, pero creo los insulares asumimos esa condición
mucho antes, y que lo hacemos en la orilla de la playa. De niños, todos construimos alguna vez grandes castillos y volcanes en la arena que luego se llevaba la marea sin dejar rastro alguno de nuestrashoras del trabajo. La metafísica, por tanto, la asumimos de forma natural. Sabes que todo sube y que todo baja, y que cada día empiezas desde cero, en lo que escribes y en lo que vives.
-¿Hasta que punto ser periodista ha condicionado su literatura?
-Hasta el punto de que si no hubiera sido periodista no sería novelista. Yo era poeta hasta que llegué al periódico, y quiero seguir siéndolo toda la vida, pero la disciplina diaria del periódico, el acercamiento a la realidad y todo lo que se me quedaba sin contar porque no tenía espacio en una crónica o en un reportaje, me llevaron a la novela. Hemingway decía que para el escritor era esencial pasar por un periódico, pero siempre y cuando lo supiera dejar a tiempo. Estoy de acuerdo. Cuando estaba en el periódico vivía solo para el periódico, no escribía novelas; pero al salir me quedó la mirada del periodista cuando voy por la

“EL DESPRECIO POLÍTICO
HACIA LA CULTURA ES
DE UNA DESVERGÜENZA
CASI CHULESCA”


calle, y sobre todo la sapiencia de que el lenguaje es un medio para comunicarnos que, en el caso de la literatura, se apoya también en las emociones.
-¿Se considera un escritor de género?
-No, no quiero encasillarme. Quien me lee mi blog o mis columnas en Canarias 7 me tendrá por un señor que se fija en los detalles de la vida cotidiana y que se mueve entre el vitalismo y la poesía pero quien vaya a mis novelas encontrará otra forma de contar, quizá más canalla y más
descarnada. En el microrrelato puedo volverme mordaz e irónico, y en la poesía jugar con el sonido de las palabras o con las evocaciones. Muchos sitúan algunas de mis novelas en lo social, pero qué es social, creo que todo escritor, si se alonga a ver el mundo, termina siendo siempre social a no ser que escriba ciencia ficción.
-¿Por qué contar la historia desde las emociones de sus protagonistas?
-Porque todos tenemos muchos puntos de vista y nada es nunca lo que parece. Para unos serás un tipo al que se comen las moscas y para otros un engreído prepotente. Tú cuentas a un personaje, o un personaje cuenta a otro, y el lector saca una serie de conclusiones, pero luego, cuando ese personaje coge la palabra y te expone sus razones, puede echar por tierra todas las ideas preconcebidas. Me gusta que en la literatura mis personajes tengan vida propia y que se manifiesten y se asomen como a mí me gustaría asomarme en la vida.
-Las Palmas de Gran Canaria tiene un protagonismo importante en estas obras. ¿Considera que es un personaje más?
-En Queridos Reyes Magos y en Las derrotas cotidianas, Las Palmas de Gran Canaria viene ser, tal como indicas, un personaje más de la historia. Me gusta que las ciudades o los escenarios sean
reconocidos por los lectores. Las ciudades no son solo calles y edificios. Dentro de ellas acontece lo mejor y lo peor de los seres humanos.
-¿Cuál es la ciudad real en la que vive Santiago Gil?
-Ahora mismo vivo en Santa Brígida con muchas escapadas al mar de Arinaga. De niño me crié entre Guía y Agaete. Me muevo por tanto entre el campo y la playa, pero viví muchos años en Las Palmas de Gran Canaria y llevo más de quince años trabajando todos los días entre sus calles.
-Y ¿cuál es la ciudad imaginada en la que habita Santiago Gil?
-La suma de todas las ciudades en las que he sido feliz y de las ciudades en las que creo que me podría serlo. Fui mi feliz en Londres o en Madrid, y vuelvo a esas dos ciudades siempre que puedo. Vuelvo físicamente y las recreo en muchas de mis novelas. Madrid para mí siempre será un escenario de novela. Llegué a ella por Galdós, por Baroja, por Cela o por Umbral y nunca dejará de ser una especie de territoriomás literario que real.
-Hablemos de Generación 21.¿Es un grupo? ¿Qué características comunes encuentra entre todos ellos?
-Es un grupo de buena gente, y eso, en el mundillo literario, ya es una gran noticia. Apenas nos conocíamos, pero desde el primer momento hubo una química tremenda entre todos. Supongo que nos vimos reflejados los unos en los otros. Todos llevábamos escribiendo más de veinte años sin que casi nos hicieran caso, y de golpe descubres que no estás solo, que compartes la pasión y el compromiso por la literatura con gente que estaba al lado mismo de tu donde tú escribías. Cada uno tiene su estilo, sus influencias y su manera de entender la escritura, pero nos reconocemos en ese compromiso sin fisuras con la palabra.
-Nos interesa también conocer qué lecturas le han marcado, tanto escritores como libros…
-Hablaría de escritores, y estoy seguro de que dejaré a muchísimos atrás: Coetzee, Carver, Kafka, Vila-Matas, Malamud, Joseph Roth, Vargas Llosa, Ribeyro, Galdós, Philip Roth, Bellow, Flaubert, Quevedo, Stendhal, Chéjov, Muñoz Molina, Scott Fitzgerald, Cortázar, Auster, García Márquez, Cheever, Marsé, Buzatti, Martínez de Pisón…Como supongo que habré agotado el espacio con los escritores solo elegiré un libro: Madame Bovary.
-¿Cuánto hay de Santiago Gil en su obra?
-Cuando escribo siempre me hago la siguiente pregunta: ¿Qué hubiera sucedido si…? Tras ese si cabe todo: si me hubieran nombrado ministro, si hubiera terminado como un borracho tirado en la calle, si envejeciera de repente, si fuera niño, si me metiera en una patera, si me maltrataran, si me nombraran santo. Los personajes tienen vida propia y puede que, en su apariencia, no se parezcan nada a mí; pero yo trato de entender cuando los escribo cómo sería yo si fuera igual que ellos, cómo hablaría, cómome movería por el mundo…Te recuerdo la respuesta que dio Flaubert cuando le acusaban de haber metido en un libro la vida de una señora que había tenido una existencia parecida a Enma Bovary: Madame Bovary c’est moi. Estás y no estás detrás de cada
uno de tus personajes, pero siempre estarán construidos con la mirada con la que tú hayas ido acercando a los otros.
-Vivimos en un archipiélago donde nos enteramos antes lo que sucede en Madrid que en las islas que tenemos delante… ¿Cómo poner fin a esta inconsciencia?
-Me imagino que empezando a valorar lo que tenemos alrededor. Hay como un cierto complejo que nos lleva a aceptar como válido solo lo que nos viene de fuera. Incluso, cuando cualquier canario está haciendo algo que vale la pena, tiene que lograr el éxito lejos para luego ser aceptado
en su propia tierra. Eso es algo que no sucede en otras culturas. Debería ser justo al
revés: primero tendrías que llegar a tu entorno más cercano, por una simple cuestión
espacial, y luego ya te tocaría ir expandiéndote. Por eso aquí se quedaron tantos
sueños rotos. Muchos de los que en su día no salieron se fueron consumiendo en su
propia frustración, y en algunos casos se volvieron resentidos y dejaron de seguir creciendo, o se dedicaron a proteger su pequeña parcelita de divismo local con actitudes mezquinas. Yo creo que eso está cambiando, que las nuevas tecnologías permiten que conozcamos lo cercano, y también que los que decidan quedarse aquí pueden dar a conocer lo que van creando lejos de las islas.
-Editar en Canarias…
-Larra decía que escribir en España era llorar, y luego Cernuda añadió que no era llorar, sino morir. Editar en Canarias es asumir, de entrada, una serie de condiciones casi suicidas; pero si quieres que tus libros no se queden en el cajón o en el disco duro del ordenador no te queda otro remedio, por lo menos en mi caso, que aceptarlas. Esa sí que es una gran derrota cotidiana. Se juntan muchísimos factores que, como no cambien, van a terminar devolviéndonos al siglo XIX. El desprecio político hacia la cultura, por ejemplo, es de una desvergüenza casi chulesca.
-Nuevos trabajos en los que está ahora.
-Tengo un par de novelas terminadas quese están moviendo por el mundo en busca de su propia suerte. Entre tanto, escribo todo lo que puedo. Ese creo que debe ser el único compromiso innegociable para cualquier escritor: escribir y leer, da lo mismo el orden.

Entrevista publicada en el suplemento cultural El Perseguidor, del periódico Diario de avisos, realizada por Eduardo García Rojas

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