Ellos



¿Qué es la felicidad?

La ausencia de miedo

















domingo, 9 de octubre de 2011

Frágil y blanca


Estaba casado con una mujer lo arbitrariamente hermosa para que, a pesar de su juventud insultante, fuera superior a su juventud su hermosura.
Ella se masturbaba cotidianamente sobre él, mientras besaba el retrato de un muchacho de suave bigote oscuro.
Se orinaba y se descomía sobre él. Y escupía -y hasta se vomitaba- sobre aquel débil hombre enamorado, satisfaciendo así una necesidad inencauzable y conquistando, de paso, la disciplina de una sexualidad de la que era sola dueña y oficiante.
Ese hombre no era otro que yo mismo.
Los que no habéis tenido nunca una mujer de la belleza y juventud de la mía, estáis desautorizados para ningún juicio feliz sobre un caso, ni tan insólito ni tan extraordinario como a primera vista parece.
Ella creía que toda su vida iba a ser ya un ininterrumpido gargajo, un termitente vómito, un cotidiano masturbarse, orinarse y descomerse sobre mí, inacabables.
Pero una noche la arrojé por el balcón de nuestra alcoba al paso de un tren, y me pasé hasta el alba llorando, entre el cortejo elemental de los vecinos, aquel suicidio inexplicable e inexplicado.
No fue posible que la autopsia dijera nada útil ante el informe montón de carne roja. El suicidio pareció lo más cómodo a todo el mundo. Yo, que era el único que hubiera podido denunciar al asesino, no lo hice. Tuve miedo al proceso, largo, impresionante. Pesadillas de varias noches con togas, rejas y cadalsos me atemorizaron más de lo que yo pensara.
Hoy me parece todo como un cuento escuchado en la niñez, y, a veces, hasta dudo de que fuese yo mismo quien arrojó una noche por el balcón de su alcoba, bajo las ruedas de un expreso, a una muchacha de dieciséis años, frágil y blanca como una fina hoja de azucena.

Crimen (1934)
(fragmento aparecido en la revista Lunula 1995)
Agustín Espinosa (1897-1939)


martes, 4 de octubre de 2011

Pantano


En horizontal,
techo fragmentado
y aspas de ventilador.
En la oscuridad de la noche
recobran nitidez
los pensamientos.
Insomnio,
luz ausente,
sudor rancio en la frente
con olor fiel
a todas las miserias
que desprenden
los desastres.
Boligrafo y libreta
cerrados
sobre la mesa;
ninguna idea.
No se moverán,
¿talento devaluado?
Apatía por acabar el día
y comezar uno nuevo
inmovilidad,
se ordena la escasez
y el estreñimiento mental.

lunes, 3 de octubre de 2011

Alí, bomayé

Puedes hacer lo que quieras cerca de un elefante dormido, lo que quieras...
pero cuando se despierta... lo aplasta todo.