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jueves, 11 de noviembre de 2010

Vivir del cuento


A lo mejor hay otros que prefieren escribir durante la noche. No lo aconsejo. Nos estropea la piel, nos salen ojeras y nos rompe la imagen exitosa, juvenil y deportiva que tenemos que transmitir si queremos llegar a la gente y que la gente, claro, se fije en nosotros. Es importante que siempre aparezcamos como Julio iglesias, con una sonrisa de oreja a oreja y seguros de nosotros mismos. Lo importante es que nos compren los libros, no que los lean. Eso nos tiene que quedar claro. Y no me vale lo que digan los dogmáticos o los fundamentalistas de la palabra. Hay que lograr que el hombre o la mujer que nos ve por la tele o en las revistas se levante de su sillón y vaya a un centro comercial a preguntar por nuestros escritos. Tiene que emocionarse o envidiarnos, y nuestra satisfacción estará siempre en todos esos montones de libros que se lleva a su casa. Si encima los lee y le gustan, y por tanto los sigue comprando, pues miel sobre hojuelas; pero si ni siquiera les quita el plástico da igual. Ya lo compró, ya le sacamos un cuerpo más de ventaja a los otros, a los que también quieren vivir del cuento, aun cuando muchas veces se pongan aticistas y pedantes y nos critiquen. No entiendo a qué juegan: al final ellos también forman parte del mercadillo, y fracasar es no llegar a la gente, no vender. Lo disfrazan comparándose con Kafka, pobres infelices, o con Kennedy Toole, y a no ser que mueran como murieron sus admirados adalides no les llegará el milagro.
Cómo ganarse la vida con la literatura (Anroart ediciones, 2007)

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