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domingo, 15 de abril de 2012

Precisión, dominio, voz propia

En Praga donde vivió Kafka sólo 30.000 personas hablaban alemán. El alemán que se hablaba era un alemán básico con un vocabulario de unas 600 palabras. Kafka no necesitó más para iluminar recovecos del alma humana que hasta entonces nadie había notariado. Ramallo recuerda a Kafka en la precisión y economía narrativa, tampoco se anda con florituras que ensombrecen la acción. Eso ya es una garantía, pero además tiene un dominio que forzosamente registramos con deleite: no hay líneas ni palabras de más. (Lo que puede reputarse como talento). Vetas sin ganga que dirían los buscadores de materiales preciosos. Los marcos para la acción son los suficientes y necesarios: una zona alta, un tranvía, un cementerio, un recorrido en Z y un barranco (un paréntesis), que sirven para delimitar esa extraña medida que redondea una obra. Hay un momento en que la libertad creativa se ha solventado casi matemáticamente. Ocurre cuando el instinto manda y acierta. Esa es la garra del escritor, saber contar, encuadrar y dirigir perfectamente lo que cuenta. Dueño de una enorme capacidad narrativa, incluso las noticias, sucesos o comunicaciones que festonean la narración, están escritos de forma quirúrgica, por teletipo y con densidad; una forma estricta y personal de escribir, lo que ya demostró en Ensalada de canónigos, virtudes que no ha puesto al servicio de modas o ambientes.
El no busca modelos o plantillas en o sobre los que encuadrar historias, los aclamados géneros, y el propósito artesanal. Él va por libre, porque es plenamente consciente del poder de su voz. Donde marca las mayores diferencias Ramallo es en que su voz, tanto cuando habla o cuando calla (el alto nivel literario de lo sustraído para puntear resonancias, insinuaciones, significación…), apela a un sujeto que está ahí con plena entidad literaria y vital, absolutamente inmediato y en toda su hondura, cuya respiración, como las voces que le atosigan, hasta podemos escuchar. Nada más lejano a las construcciones, no existen rastro de andamios, restos, sobras.
La literatura acecha en otros lugares, en entradas, videos o imágenes, como en las palabras, aparezcan donde aparezcan, de eso se nutre hoy.
Su desparpajo, la noria de sus representaciones underground un tanto tardías, me hacían dudar de él, incluso hojee el libro sin comprarlo, hasta que otro día ya lo adquirí para leerlo. Dos veces.
Ramallo será mejor escritor cuando prescinda por completo del Realismo, a pesar de escribir bajo esa militancia absolutamente innecesaria, que logra no le arruine la novela, que ya es mucho, nada debe a ese género. Ramallo tiene una voz (e imaginería) propia, aunque viva de hecho en comunidad y en supuestos negocios raros. Algo, voz, pálpito… que se nota por muy presente. Como lo que pasa de muchas cosas, de todo lo adventicio a la literatura: crítica social, local, de costumbres... El monstruo, que a sí se llama él, se mueve en registros más ricos y personales, sutiles, conceptuales y existenciales. Con otra mirada.
reseña a cargo del escritor
José María Lizundia

3 comentarios:

Riforfo Rex dijo...

¡Joder! Por lo poco que lo leo me consta que este hombre no regala alabanzas. Ergo esto no es un regalo.

Pepe/ JRamallo dijo...

Nadie regala nada, Riforfo

Anónimo dijo...

¿Economía narrativa Kafka, en serio? ¿Alguien aquí ha leído el proceso?