Una mañana desperté con una idea. Una buena idea, grande como una casa. La idea más grande que había tenido, una obra maestra. Trabajaría como recepcionista nocturno en un hotel..., ésa era la idea. Me permitiría leer y trabajar al mismo tiempo. Salté de la cama, engullí el desayuno y bajé los escalones de seis en seis. Una vez en la acera, me detuve un momento a meditar la idea. El sol calcinaba la calle y me despejó quemándome los ojos. Curioso. Ahora que estaba totalmente despierto la idea no me parecía tan buena, una de esas que se nos ocurren adormilados. Un sueño, un simple sueño, una trivialidad. No podía trabajar de recepcionista nocturno en aquel municipio portuario por la sencilla razón de que ningún hotel del municipio tenía recepcionistas nocturnos.
Camino a los Ángeles (Escrita en 1936 y publicada en 1985).
John Fante (1909-1983)
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