(...). Al fin y al cabo, ni la ética, ni el arte, y ni siquiera la política, son otra cosa: representar disimulando el esfuerzo que hay que hacer para aprenderse el papel, interiorizar el personaje, y que la interpretación parezca fruto de la espontaneidad. El actor sufre memorizando su texto para que luego los espectadores vean algo que se desarrolla con aparente facilidad. Los artistas que se complacen en mostrar su obra como fruto del esfuerzo nos parecen de un narcisismo inmoral. Como si la verdad del arte exigiera la mentira suplementaria de la desenvoltura.
Rafael Chirbes; Crematorio
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